Es importante destacar el natalicio de un prócer venezolano civil y civilista, me refiero al ciudadano ejemplar Cecilio Acosta, quien nació el 1ro de febrero de 1818 en San Diego de los altos del actual Estado Miranda, este ilustre personaje mirandino fue de origen muy humilde, quedó huérfano a los 10 años de edad, junto con su madre se crió en un hogar con muchas limitaciones económicas y pobreza material, pero con mucho afecto, principios y valores de honestidad, respeto y humanidad.
El sacerdote Mariano Fortique Fernández párroco de la localidad desempeñó el papel de guía espiritual desde su niñez, tal vez influenciado por este, Cecilio Acosta ingresa al seminario tridentino Santa Rosa de Lima, para estudiar la carrera sacerdotal, allí permanece cerca de ocho años, siendo un lector voraz e incansable, pasaba largas horas en la biblioteca, durante este tiempo aprende sobre lugares teológicos, religión, historia sagrada y latín.
Posteriormente cambia su vocación inicial por la carrera sacerdotal e ingresa a la academia de matemáticas donde obtiene el diploma de Agrimensor, una vez obtenido este diploma ingresa a la Universidad Central de Venezuela, allí recibe el título de licenciado en filosofía, en 1842 continua sus estudios de jurisprudencia, carrera que realizó en más tiempo del estipulado, debido a su estrechez económica y a su frágil salud producto de una crianza pobre, carente de una alimentación adecuada.
En 1848 recibe el título de Abogado de la República, y se acoge a la calificación de “pobre de solemnidad”, que lo exonera del pago de los aranceles de grado, manifiesta al justificar tal calificación “por cuanto mis medios de fortuna me dan durísimas penas para la material subsistencia”.
Se podría pensar que tal vez, Cecilio Acosta ahora abogado tendría una vida con mejores condiciones económicas, no obstante, esto no fue así, porque se dedicó a la educación en la Universidad y en algunos colegios y sabemos lo que desde el punto de vista económico representa.
Cecilio Acosta, se caracterizó por ser un estudioso de la realidad latinoamericana y europea, a diario escribía en la prensa de la época y mantenía correspondencia con intelectuales del continente americano de la talla de Miguel Antonio Caro, filólogo y escritor, posteriormente presidente de Colombia, su situación económica no mejoraría porque jamás fue genuflexo ante el poder, ello le generaría graves dificultades a lo largo de su vida, en una Venezuela caracterizada por el infame caudillismo militar.
Sus numerosos aportes al idioma castellano le merecieron, que en 1869 el privilegio de ser designado miembro de la Real Academia Española de la Lengua, es necesario destacar que para la fecha aún no existía en Venezuela Academia de la Lengua, esta se fundaría en 1883, lo que hace extraordinariamente meritorio el reconocimiento que se le hace a Cecilio Acosta desde España y del mundo Iberoamericano.
Cecilio Acosta no solo contribuyó grandemente con el idioma de Cervantes y Bello, sino que se destacó en diversos temas como la imprenta, el telégrafo, el progreso, la civilización, la maquina a vapor, la poesía y sobre todo el tema de su más profunda preocupación fue la educación, sus aportes en materia de pedagogía aún están vigentes.
Consideraba Acosta que la educación era fundamental para alcanzar el verdadero progreso y el desarrollo armónico de la sociedad, para lograr un país con altos niveles de bienestar económico y social, desde luego para además de una excelente educación consideraba imprescindible la libertad, parte de estas propuestas las encontramos en uno de sus más celebres ensayos “Cosas Sabidas y Cosas por Saberse”.
Fue Acosta secretario de la Universidad Central de Venezuela donde regentó las cátedras de economía política y de legislación civil y criminal.
Jamás le importó a Cecilio Acosta criticar a quienes ejercían el poder a pesar de las consecuencias, en su momento cuestionó a la hegemonía nepótica de los hermanos Monagas por sus actitudes personalistas y por el escandaloso nivel de corrupción presente en sus gobiernos, siendo un hombre honesto no podía ni debía callar ante los grandes temas que influían en el funcionamiento del país.
A pesar de tan fecunda vida intelectual reconocida incluso fuera del país, a Cecilio Acosta no se le perdonaba su carácter crítico, por lo que jamás vendió su pluma al mandón del momento para adularlos y escribirles loas, en ese sentido enfrentó dificultades con el autócrata quien también utilizaba la figura de Bolívar para manipular, a quien también le enfurecían las críticas y quien también perseguía a todo aquel que se atrevía a desafiar su omnímodo poder, quien también creaba listas de personas que no tenían derecho a estudiar, trabajar a vivir por no rendirle pleitesía, me refiero Antonio Guzmán Blanco.
Acosta desafíó el poder del autócrata al criticar su gobierno y ello le valió para ser considerado enemigo del régimen con todas sus consecuencias, se le condenó al “Cementerio de los Vivos” de Guzmán, se les prohibió a todas las personas que frecuentaran su casa a riesgo de perder sus empleos e incluso su libertad, espías eran pagados por el régimen para cumplir con tan vil misión.
Este ilustre venezolano fue acosado hasta el final de sus días por considerar que con el estudio, el conocimiento y la ciencia se lograría el progreso del país y no con armas y botas militares.
El sabio Acosta murió en la pobreza material que le acompañó durante toda su existencia, no obstante, con mucha riqueza intelectual moral y ciudadana, esto ocurrió el 8 de julio de 1881 a los 63 años de edad. A su velorio asistió entre otras figuras el apóstol cubano José Martí quien escribiría bellas elegías para el venezolano, sus restos fueron depositados en el panteón nacional el 5 de julio de 1937.
Que a todos nos sirva el ejemplo y el legado de Cecilio Acosta, a quien la pobreza material y los infortunios, no le fueron impedimento para lograr una inmensa estatura intelectual, moral, científica, humana y ciudadana, esa pobreza utilizada por los demagogos y autócratas de ayer y de hoy para manipular a las masas por sus carencias e ignorancia.
Oigamos a Cecilio Acosta:
… y no me venga a echarme en cara mis ideas, yo siempre he defendido las más liberales en política, en administración, en instrucción, en imprenta, y estoy delantero como el que más (…) lo que quiero es que haya progreso sin saltos, y la vida social sin dolencias; que no hagamos el de necios por el papel de novadores; que no seamos vergüenza propia y escándalo ajeno y que el sucio vicio y la vil abyección sean reemplazados por el alto carácter y la gentil libertad.
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